Si existe un partido político beneficiario de la Transición, ese es el PSOE. No es necesario recordar qué era el socialismo en España antes de ella -literalmente nada- y qué era a la altura de 1982. Por eso es una anomalía, que denota quiebras de identidad mucho más hondas, el desvío de ese partido respecto de un espíritu y un momento histórico que, en puridad, es el único que puede exhibir en su ya dilatada historia sin un esfuerzo grande de maquillaje o tergiversación.
No nos engañemos. No fue el franquismo el enemigo a batir en 2007 por la Ley de Memoria Histórica de Rodríguez Zapatero, como no lo es hoy para la de Memoria Democrática que se aprobará en el Congreso.